Pandemia 1
octubre 11, 2020
Pandemia 1

Empezamos con este post una serie de observaciones de tipo psicológico-social sobre el mal general que está cambiando nuestras vidas: La COVID-19.

Es un hecho, la pandemia del coronavirus está causando estragos en el mundo, y va a tener para la mayoría de nosotr@s consecuencias desastrosas. Podemos escoger, como con todo, hacer como si nada e intentar no querer saber al respecto; o podemos encararlo, pensar y reflexionar sobre ello, para actuar ya mismo como corresponda.

Segundo: ahora no podemos hacer predicciones con seguridad, pues los imprevistos sucesivos son más que probables. Bien lo saben aquellos autores que, precipitadamente, se han atrevido a especular y sentenciar de manera prematura1Léase: Pandemia: la covid-19 estremece el mundo, de S. Zizek, y Sopa de Wuhan: pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias, donde se recopilan artículos de G. Agamben, S. Zizek, J. Butler, A. Badiou, B-C Han y J-L Nancy, entre otros., como Giorgio Agamben, que publicó un documento2La invención de una pandemia, donde aplicaba la tesis que desarrolló en su libro Estado de excepción (2004). negacionista, una teoría conspirativa sobre la naturaleza del coronavirus, fechado tan pronto como el 26 de febrero.

Lo que sí podemos hacer es tener en cuenta aquellos indicadores de cambio en el teatro político, el terreno económico y el sistema social, sin olvidar que el autoengaño es el más común de los recursos evitativos, así como el dar por sentado el más habitual de los errores. Por ejemplo, últimamente en el occidente “democrático” se repite el eslogan ¡De ésta vamos a salir! ¿Sí? ¿Cómo? ¿Hacia dónde? ¿Quiénes? Si el referente a emular es paradójicamente el origen de la pandemia, el estado totalitario China, entonces el remedio será humanamente peor que la enfermedad.

¡De esta vamos a salir mejores, más fuertes! ¿Por qué? ¿En base a qué se redunda en ese mantra? ¿Para qué? L@s detractores/as del neoliberalismo declaran con entusiasmo que la pandemia va a suponer el fin de este sistema político depredador. Pero, el capitalismo no es solo eso, sino también un discurso, una máquina social, una estructura pulsional con una capacidad para rehacerse asombrosa y desesperante. No ha lugar, por tanto, al optimismo en este caso. De hecho, los gobiernos quieren salir de esta crisis sanitaria, sí, pero no tanto por salvar vidas como para que el sistema siga funcionando y la maquina siga maquinando, aunque sea generando mayor desigualdad, injusticia social y pobreza.

Encaremos, pues, y asumamos. Empecemos, como siempre, por reconocer que algo como la pandemia era más que probable, previsible, como lo del cambio climático. De ahí que la extrañeza que much@s han sentido desde el confinamiento sea algo más que un simple afecto; es en realidad un síntoma de su inconsciente, que implica que en el fondo reconocían que estaba sucediendo lo que sabían que iba a ocurrir tarde o temprano (algo así como la muerte – acontecimiento esperado, al cual aquí damos la espalda–). Por eso es por lo que hemos estado presenciando y sufriendo esta realidad surreal, como si del principio de una distopía se tratara.

Aceptemos la situación angustiante con entereza: ya no hay certezas (nunca han existido), lo real traumático es el protagonista de la escena, la angustia es lo único de lo que no vamos a poder dudar, y «la realidad” está ahora mismo puesta en cuestión, desquiciada.

Finalmente, tomemos nota de los 5 puntos que el Dr. Alemán desarrolla en su último libro3Aleman, J. (2020) Pandemónium. Notas sobre el desastre. Ned ediciones. como los elementos constitutivos de la tormenta perfecta en la que nos encontramos:

  1. Nos hallamos, ahora mismo, ante una catástrofe global sin ningún organismo mundial, ni pacto internacional o acuerdo entre Estados, que sea realmente eficaz para controlar y detener de manera definitiva la pandemia.
  2. Nos encontramos sin red simbólica que nos sostenga y oriente. No hay categorías políticas ni filosóficas para poder pensar cuál será el modo de habitar el mundo que vendrá. Dos preguntas surgen de la cuestión: ¿hasta dónde el ser humano es capaz de aprender algo de las crisis y los traumas? Y, en caso de poder aprender de ello algo, ¿puede transmitirlo colectivamente, o deja ello una marca permanente en la vida social?
  3. La muerte en serie, el automatismo estadístico en la distribución de cadáveres les roba a las personas la experiencia singular del “morir propio” y eclipsa el posible hecho diferenciador de “el particular modo de morir” de cada un@. Las consecuencias de todo ello son imprevisibles, pues si los confinamientos, donde son posibles, pueden tener la apariencia de algo hogareño, no deja de ser una reclusión dentro de una metáfora bélica.
  4. Mientras la humanidad está en “guerra” contra el SARS-CoV-2, permanece silenciada la disputa, la cuestión, sobre quiénes pagarán las consecuencias del desastre, quién sufrirá los supuestos daños colaterales. El discurso de que la humanidad sabrá proveerse por sí misma de los recursos económicos suficientes en una nueva lógica distributiva sin que haya conflictos, o antagonismos, resulta ingenuo o reposa en un mito de “la supervivencia de la especie” que la historia no ha confirmado. Y he aquí uno de los interrogantes del s. XXI: ¿qué sentido, y qué valor tiene la vida humana en una civilización construida desde la competitividad (y el rendimiento)?
  5. Ahora todos somos presuntos presuntos infectados. La enfermedad como sospecha ha sido la inmediata consecuencia de haber metaforizado la pandemia en términos bélicos: agentes asintomáticos (encubiertos), dobles agentes, inmunizados que son infectados, contagios dobles y también figuras propias de una distopía: sujetos infectados por el virus que incluyen la enfermedad en un documento de identidad. Un rasgo habitual de esta metaforización es también que el mal siempre viene de otra parte. Y es que existe un vínculo entre la manera de imaginar una enfermedad y la de imaginar lo extranjero, al vecino, al desconocido. En ello reside el concepto mismo de lo malo: que aparece siempre en el lugar del Otro, como idéntico a lo que no es nosotros, a lo extraño. De esta manera, una persona infectada parece siempre alguien potencialmente dañino que se equivocó o que transgredió -antiguamente, que pecó-, convirtiéndose así en el enemigo. Es por esto por lo que la enfermedad puede ser interpretada inconscientemente como una especie de invasión, ataque, castigo o mal merecido.

Arnan Castelló

¡Hola! Me llamo Arnan Castelló y soy Psicólogo Sanitario y Psicoanalista, también con formación en psicoterapia clínica y terapia de pareja y familia, especializado en paternidad, maternidad y crianza, sexualidad, adolescencia, drogodependencias y conductas adictivas

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